Y es que nadie me puede hablar del amor si no te conoce,
si no conoce la sensación de vértigo que acompaña a cada una de tus caricias, si
no se les ha pasado por la cabeza la idea de fugarse a cualquier lugar contigo
cada vez que apareces girando la esquina. No pueden hacerlo si nunca se han
perdido en tus ojos para acabar encontrándose en el filo de tus labios, en esa
jodida sonrisa. Porque nadie tiene razones suficientes para decirme lo que es
querer a alguien si no saben lo que es echarte de menos simplemente por estar a
más de dos centímetros de ti, si nunca han perdido el norte para acabar perdiendo
la cordura en tus caderas.
No pueden hablar del amor si no saben lo que es
dormir escuchándote respirar, si no conocen a qué sabes con un poco de nocilla,
si no tienen ni puta idea de lo bonita que es tu boca cada vez que susurras un “te
quiero”.
No pueden hablar del amor si no te conocen, si no nos conocen.