Y cuando por fin ha conseguido mirar al frente llega
Noviembre con su jodido frío invernal y con los recuerdos que llevan congelados
desde entonces. Y no sabe si lo que le duele es el tiempo que pasó entre las
sábanas de su cama o el tiempo que hace que ya no necesita sus besos de
alquiler. Pero por mucho que el frío le cale los huesos sólo tiene que sonreír
para que salga el sol, y esa historia se la sabe de memoria desde que lo único
que necesita son unos tacones de vértigo y esas miradas magnéticas para hacer
que el universo gire a su antojo. Porque tiene la suerte de su lado, la
primavera colgando de las pestañas y la mejor sonrisa de la que jamás nadie se
halla enamorado. Porque ahora que ha comprendido que los límites son para los
cobardes va mirando al frente y sin frenos, y esta vez tiene claro que no se
piensa estrellar.
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