Hace tiempo que ya no te echo de menos y afortunadamente
mi cama ya no huele a ti. Dicen que el tiempo hace el olvido y para mi suerte
mi reloj avanza a doscientos por hora sin parar ni un segundo, no vaya a ser
que mi boca empiece a necesitar el sabor de tus besos y mis manos recuerden las
caricias que trazaba por tu piel. Y es que nunca me gustaron las despedidas y no sé si
lo sabías y por eso te largaste sin ni si quiera dedicarme un mísero adiós.
Pero, ¿sabes? A veces lo prefiero, lo de volver a las andadas me gustaba, pero
tú empezabas a cansar.
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