Lo suyo era un amor loco, que no entendía ni de reglas ni
de medidas de tiempo. Era de esos amores que crean los recuerdos más bonitos de
la historia pero que al final acaban por destruir, acaban por ser de todo menos
sanos. Aunque a ellos eso les daba igual porque ellos eran de comerse a besos en
cualquier esquina con la excusa más barata jamás inventada, de tomarse en el
desayuno y de postre en la cena, de perderse entre las sábanas buscando guerra
simplemente por firmar con caricias la paz. Si él era el Sol ella era la Tierra,
dos flechas sin rumbo buscando su respectivo corazón. Y es que siempre
aseguraron que su amor brillaba más que el cielo en plena noche de lluvia de
estrellas, pero al final, todas las estrellas terminan apagándose.
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