Y se comían a besos en medio de la calle mientras la
lluvia de un Noviembre frío los calaba hasta los huesos, pero no los importaba,
porque estaban perdidos en cualquier lugar lejano planeando cómo sacarse las
sonrisas a cosquillas cuando todo fuera mal y cómo declararse la guerra con
miradas de esas que los hacían acabar perdidos entre las sábanas. Y es que
siempre que estaban juntos preferían escapar, deshacerse del mundo, buscar la
locura en cualquier lugar. Dicen que los amores locos nunca acaban bien y que
lo único que dejan son las cicatrices más perfectas y más dolorosas que jamás
podremos borrar, pero ellos siempre fueron de apostar a un “todo o nada” y
habrían preferido que los recuerdos apareciesen por sorpresa cada puto
Noviembre para recordarles que ya no estaban juntos a haber salido corriendo en
dirección contraria cuando empezaron a quererse más de la cuenta.
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