Dicen que las mejores historias se crean en los peores momentos.
Cuando has tocado fondo, cuando estás en plena oscuridad y ni si quiera hay un
atisbo de luz. Porque no son las que se escriben con los dedos, sino las que
cuentan en silencio cada una de las lágrimas que se derraman sobre el papel.
Son esas que querrías gritar pero que acaban perdiéndose en la garganta, entre
las cuerdas bocales que un día rasgaban un “te quiero”, porque sabes que si
llegan a la boca acabarán jodiéndote la sonrisa. Las mejores historias son las
que nos duelen a quemarropa, las que abren heridas, las que se quedan
escondidas ahí, entre el corazón y los pulmones, dejándote sin respiración y
con el corazón hecho trizas.
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