viernes, 19 de abril de 2013

No pueden hablar del amor si no te conocen, si no nos conocen.



Y es que nadie me puede hablar del amor si no te conoce, si no conoce la sensación de vértigo que acompaña a cada una de tus caricias, si no se les ha pasado por la cabeza la idea de fugarse a cualquier lugar contigo cada vez que apareces girando la esquina. No pueden hacerlo si nunca se han perdido en tus ojos para acabar encontrándose en el filo de tus labios, en esa jodida sonrisa. Porque nadie tiene razones suficientes para decirme lo que es querer a alguien si no saben lo que es echarte de menos simplemente por estar a más de dos centímetros de ti, si nunca han perdido el norte para acabar perdiendo la cordura en tus caderas.

No pueden hablar del amor si no saben lo que es dormir escuchándote respirar, si no conocen a qué sabes con un poco de nocilla, si no tienen ni puta idea de lo bonita que es tu boca cada vez que susurras un “te quiero”.
No pueden hablar del amor si no te conocen, si no nos conocen.

domingo, 14 de abril de 2013

Nosotros somos quien decidimos si queremos vivir o dejarnos morir.



A lo largo de nuestra vida tenemos que tomar demasiadas decisiones. Elegimos nuestros amigos y nuestros enemigos, por quién sufrir o por quién dar todo hasta no sentir. Elegimos seguir hacia delante, anclarnos en el pasado o equivocarnos de camino. Elegimos arriesgar, vivir condicionados a nuestras decisiones, no pensar o calcular el golpe con demasiada precisión. Elegimos elegir o dejar que elijan por nosotros. Yo a día de hoy puedo asegurar que elegí una segunda familia, mis amigos. Elegí querer y arriesgarlo todo aun sabiendo que tenía las de perder. Elegí enamorarme y olvidar, pero también recordar. Elegí mirar al frente cada día, al futuro, sin miedos y sin prisas. Elegí cagarla y no arrepentirme, salirme del camino y volver a él. Elegí decidir, aunque, admitámoslo, siempre lo hice a lo loco. Pero lo más importante es que elegí vivir, y no que viviesen por mí.

martes, 2 de abril de 2013

Siempre hemos sido mi jodida suerte y yo.



Mírame, sigo aquí, pero esta vez a años luz de ti y de nuestras apuestas de alto riesgo. Y es que lo que tenía jugarnos todo cada dos por tres, hasta lo que no teníamos, un futuro juntos, es que al final la suerte acaba cansándose de ti. Y lo perdiste todo campeón. Tú, que te creías el ganador nato de cualquiera de nuestras partidas, de nuestros juegos absurdos, de mis besos, y yo, que apostaba por todo menos por nosotros dos. Tú tan “te tengo en el bote” y yo tan “¿tú quién eres?”. Y nos pasó factura la suerte y resultó que la debíamos más de lo que teníamos. Y ahora yo la sigo pagando a plazos, se me acabaron las apuestas, pero veo que estoy pagando las dos partes porque tú no has dejado de arriesgar.
Pero acuérdate de lo que siempre te decía “Por muchas veces que arriesgues, la suerte está de mi lado, no del tuyo, campeón”.