lunes, 9 de enero de 2012

6.00 am. No sabe si su borrachera la ha dejado plantada o que al final es verdad eso de que el alcohol no hace el olvido, pero han vuelto a su cabeza los jodidos recuerdos que intentó congelar el pasado invierno, tal vez descongelados por la dulce brisa de una madrugada de verano o puede que derretidos por ese corazón que le duele a quemaropa. Después de tanto tiempo escondiendo unos putos sentimientos que consideró demasiado bonitos para ella, ahí está, debatiendose entre perderse en las sábanas de su cama y desaparecer del mundo o reírse y hacerle girar en el sentido contrario. En su mano izquierda un cigarro a medio acabar, y en la derecha la botella con sueños que lleva guardando desde hace meses. Fue él quien un día que la vio triste la dio lo que le pareció la solución a todos sus problemas: "Compra una botella de cristal, cada día que te levantes feliz escribe en un trocito de papel una frase tan preciosa como tú y metela en la botella, y los días que sientas que el mundo te pesa, abre la botella, saca un papel y te aseguro que después de que leas lo que haya escrito ni siquiera el mundo tendrá cojones a darte la espalda". Doscientos setenta y dos días felices a su lado, doscientos setenta y dos papelitos, doscientas setenta y dos frases enfrascadas en una botella de cristal y después de noventa días echandole de menos ni siquiera a tenido la suficiente valentía para sacar un simple papel de ella. Pero hoy, hoy no sabe si es su jodida locura que ya no aguanta más atrapada en el fondo de su ser o si es que amanece, que no es poco. Se acaba su cigarro de una calada y abre la botella, duda sobre que papel coger pero acaba por decidirse por uno de un color más azul que el cielo. Entonces lo lee y una sonrisa se dibuja en su cara al instante: "No tengas miedo de volver a enamorarte, prepárate para esa señal que parece el fin del mundo".

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