lunes, 27 de febrero de 2012

Amanece, que no es poco, y él va dando tumbos por toda la ciudad, con más wisky en las venas que lo que le queda en la botella y los ojos empañados por la lluvia. Un montón de recuerdos bonitos le dan vueltas en la cabeza a doscientos por hora mientras una decena de sueños se le van cayendo de los bolsillos. Sabe que lo único que le quedará esta noche es el orgullo, porque a ella y su jodida sonrisa las perdió con la primera copa, en el primer bar.

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